13 de abril de 2009

"LA DEMOCRACIA NO NACIÓ CON ALFONSÍN"

Por Mauro Burraco (*)
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Es llamativo observar como se ha bastardeado estos últimos días al concepto “democracia”. Decir que Alfonsín es “el primer presidente democrático” o “el padre de la democracia” es lisa y llanamente mentirle a la sociedad.
Muchos jóvenes que pueden estar leyendo el diario o viendo la televisión pueden creer lo que desde los medios masivos se dice sin un mínimo rigor y hasta con una malicia manifiesta.
Deliberadamente se descalifica a los gobiernos democráticos anteriores que existieron en el país. De esta forma se busca borrar la esencia profundamente democrática de las masas populares que - justamente - son las que dieron origen a los dos movimientos históricos más importantes del Siglo XX: el radicalismo y el peronismo.
Tomando como parámetro la ley Sáenz Peña de voto “igual, universal, secreto y obligatorio”, la Unión Cívica Radical logro coronar dos décadas de lucha armada y “abstención revolucionaria” con la llegada a la presidencia de Hipólito Yrigoyen en 1916. Alvear lo sucedió, también con el voto de la ciudadanía y Don Hipólito volvió a la primera magistratura a través del voto popular en 1928.
En 1946, después de elecciones libres, llegó a la presidencia Juan Domingo Perón. Nadie discutió la limpieza de aquellos comicios. La misma oposición reconoció – como recuerda Felix Luna en “El 45” – que “fue una jornada cívica en que (…) las fuerzas armadas cumplieron con su palabra de garantizar la pureza del acto electoral”.
La posterior ampliación de la ciudadanía, con la inclusión de las mujeres a la vida electoral, llevó a una nueva victoria en las urnas a Juan Perón que gobernó hasta ser derrocado en 1955.
Pasaron 18 años hasta que se pudieron dar en el país nuevamente elecciones democráticas, libres y sin proscripciones. En 1973, el Dr. Cámpora fue electo con la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El Líder peronista todavía estaba imposibilitado para ser elegido por una “picardía” de la dictadura militar de Lanusse. Ese mismo año se produjo la elección que puso al Tte. Gral. Juan Domingo Perón por tercera vez en el sillón de Rivadavia hasta que falleció en 1974. El gobierno que continuó la vice presidenta fue derrocado el fatídico 24 de marzo de 1976.
A lo largo de 5 décadas el pueblo había podido elegir – al menos – en seis oportunidades a sus presidentes en elecciones democráticas y sin proscripciones de ningún tipo. Por eso, cuando se realizaron elecciones libres en 1983 y Alfonsín se impuso, llegó a ser el primer presidente de la actual etapa democrática. Atribuirle sólo al ex presidente, la “recuperación democrática” sería estar eclipsando a millones de argentinos que lucharon para que en el país se pudiera elegir a las autoridades y que nunca más hubiese un gobierno dictatorial.
Habiendo aclarado este primer punto, es imprescindible desmitificar dos ideas que esta semana se han repetido hasta el hartazgo.
En una democracia, el diálogo y el consenso tienen que ser una instancia entre las fuerzas políticas, pero no debe convertirse en un fetiche para quienes no pueden imponer en las urnas un modelo diferente de país.
No hay que olvidarse que en las democracias representativas como la nuestra, las mayorías consensúan sus rumbos el día en que la soberanía popular se expresa en las urnas. Por el contrario, si se hiciera solo lo que las minorías proponen no estaríamos hablando de consenso sino de imposición. Nunca mejor el ejemplo histórico que nos brinda el período alfonsinista que – aunque comenzó con políticas progresistas – terminó claudicando frente al poder económico y militar . Al punto tal que, en la Sociedad Rural de Azul, durante una asamblea presidida por el titular de Carbap, Arturo Navarro (1986-88), llegó a solicitarse la renuncia del gabinete económico y el juicio político de Alfonsín.
Hoy la sociedad contempla estupefacta como aquellos que atacan constantemente al gobierno nacional son los mismos que denostaban a Alfonsín. Esas corporaciones (la “derecha agromediática”) asociadas con los partidos políticos tradicionales no tienen propuestas alternativas. Lo único que escuchamos es el repiqueteo de la negativa caprichosa a todas las acciones emprendidas por la presidenta de la nación.
El nuevo condimento que aparece actualmente es el “doble estándar” que se manifiesta constantemente cuando los opositores analizan discrecionalmente los hechos políticos. Por ejemplo, el “adelantamiento electoral” que hizo Macri, o las candidatura de la vice-jefa de gobierno Michetti o el actual diputado Solá no son cuestionadas; mientras que la ley de “unificación de las elecciones” del Ejecutivo Nacional o la postulación del gobernador Scioli son criticadas 24 horas al día, por todos los canales de TV, el cable, los diarios y las radios. ¿Existe un tratamiento igualitario de los actores políticos?, ¿se escuchan las dos campanas?. Desgraciadamente para la democracia no.
Incluso cuando el radicalismo, que hasta hace poco tiempo tenía claras posturas sobre las estatizaciones de sectores centrales de la economía como las AFJP o Aerolíneas, votó en contra en el Congreso. Ningún medio nacional puso de manifiesto esta contradicción. Recordemos la suspensión “de por vida” de la afiliación de Cobos que duró solo hasta que traicionó la voluntad popular.
Asimismo, es de una ignorancia supina decir que el peronismo extorsiona con una política de “votos por planes trabajar”. La evidencia de la realidad choca de lleno con la mentira que se pretende plantear. Este gobierno y el anterior han bajado los niveles de desempleo del 20% que había cuando de la Rua abandonó la Casa Rosada en helicóptero a un 7,8% de hoy .
Es importante recordar que la “dignidad del trabajo” es una de las banderas del peronismo que este gobierno ha recuperado. No se en que realidad viven aquellos que siguen sosteniendo esa visión prejuiciosa de los sectores más populares del conurbano bonaerense, pero pensando de esa forma es imposible que alguna vez logren comprender la profunda raigambre cultural y política que el peronismo tiene en los sectores humildes de la Argentina.
Es imprescindible que el radicalismo y toda la oposición se renueven. Tanto en sus cuadros dirigentes como en la militancia. Es fundamental para la salud de la democracia que los sectores que aspiran reemplazar el modelo de país actual (con producción, crecimiento, inclusión y equidad) tengan un modelo alternativo superador para proponerle a la sociedad. De la misma forma esperemos que tengan la madurez para pasar de la crítica vacía a la propuesta y la construcción política.

(*) Mauro Burraco es Licenciado en Ciencia Política de la UBA, autor de diferentes artículos de análisis político, integrante de “Carta Abierta de Azul” y administrador del Blog Político “Jóvenes Cacharienses”.

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